Ayer vi el partido con una pasión mayor de lo normal, que ya es decir. En caliente, tuve la sensación de que de nuevo el arbitraje general estaba teniendo una influencia decisiva en el juego: las tarjetas caían siempre del mismo lado, las faltas eran señaladas con parcialidad hacia los azulgranas y cómo no, el teatro también tuvo sus momentos estelares que las cámaras desenmascaran con facilidad y las consecuencias de esos lamentos, gritos y quejidos dejan en evidencia a los culés cuando al instante están corriendo como si nada. No quiero comentar la sensación de intocable que rodea toda acción de Messi; cuando no es castigada con falta, va acompañada con tarjeta amarilla. Todo lo contrario le sucede a las acciones de Di María o Cristiano. Para el árbitro, estos siempre se tiran.
Hoy sigo pensando lo mismo. El arbitraje fue de nuevo decisivo para el devenir del partido. Remontar era una tarea imposible en estas circunstancias. Pero hoy es el momento de un análisis más profundo. Creo que la influencia del estado de forma de los equipos es muy importante cuando se trata de equipos de élite. En estos cuatro partidos creo que el Madrid estaba en mejor estado de forma que el Barcelona, y eso no lo ha sabido ver Mourinho. Se demostró en la final de la Copa y se ha vuelto a visualizar hoy en la segunda parte. Todo ello habiendo elegido a los delanteros equivocados. Porque se trataba de poner a los jugadores más en forma para favorecer la exigencia de presionar arriba: ni Higuaín, ni Kaká, ni, si me apuras, Cristiano estaban para desarrollar ese juego físico que es el terreno donde se libraba la guerra. En la batalla de hoy lo ha puesto de manifiesto con una claridad pasmosa Diarra.
No se entiende que se recurra a Higuaín o a Kaká para estos partidos. El fondo de armario que tiene el Madrid no ha sido utilizado con asiduidad, y hoy no iba a ser una excepción. Ni Granero, ni Benzema, ni, por supuesto, Canales o Pedro León han tenido su oportunidad. Quizá tampoco podían tenerla porque no estén en la forma adecuada, pero en cualquier caso está en el debe del entrenador no haber sabido tener a esos jugadores motivados para aprovechar cualquier oportunidad que se le brindara.
Queda por imaginar lo que hubiera pasado si Mourinho hubiera creído más en su equipo en el partido de ida. Aunque también es verdad que no le dejaron desarrollar su estrategia completa. Eso sólo lo sabe él. Ahora sólo nos queda aprender de los errores, leer mejor cómo están los rivales, la demostración de que no era tan invencible el Barcelona como nos creíamos y, por supuesto, esperar que llegue la imparcialidad de los arbitrajes. Quizá esto haya que trabajarlo más, porque hoy por hoy el Barça está mucho mejor colocado.
Ya veremos.
Hoy sigo pensando lo mismo. El arbitraje fue de nuevo decisivo para el devenir del partido. Remontar era una tarea imposible en estas circunstancias. Pero hoy es el momento de un análisis más profundo. Creo que la influencia del estado de forma de los equipos es muy importante cuando se trata de equipos de élite. En estos cuatro partidos creo que el Madrid estaba en mejor estado de forma que el Barcelona, y eso no lo ha sabido ver Mourinho. Se demostró en la final de la Copa y se ha vuelto a visualizar hoy en la segunda parte. Todo ello habiendo elegido a los delanteros equivocados. Porque se trataba de poner a los jugadores más en forma para favorecer la exigencia de presionar arriba: ni Higuaín, ni Kaká, ni, si me apuras, Cristiano estaban para desarrollar ese juego físico que es el terreno donde se libraba la guerra. En la batalla de hoy lo ha puesto de manifiesto con una claridad pasmosa Diarra.
No se entiende que se recurra a Higuaín o a Kaká para estos partidos. El fondo de armario que tiene el Madrid no ha sido utilizado con asiduidad, y hoy no iba a ser una excepción. Ni Granero, ni Benzema, ni, por supuesto, Canales o Pedro León han tenido su oportunidad. Quizá tampoco podían tenerla porque no estén en la forma adecuada, pero en cualquier caso está en el debe del entrenador no haber sabido tener a esos jugadores motivados para aprovechar cualquier oportunidad que se le brindara.
Queda por imaginar lo que hubiera pasado si Mourinho hubiera creído más en su equipo en el partido de ida. Aunque también es verdad que no le dejaron desarrollar su estrategia completa. Eso sólo lo sabe él. Ahora sólo nos queda aprender de los errores, leer mejor cómo están los rivales, la demostración de que no era tan invencible el Barcelona como nos creíamos y, por supuesto, esperar que llegue la imparcialidad de los arbitrajes. Quizá esto haya que trabajarlo más, porque hoy por hoy el Barça está mucho mejor colocado.
Ya veremos.
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