Salió el Madrid con una presión y agitación colectiva inusitada esta temporada. Es verdad que duró poquito. Quizá no llegó a los cinco minutos, pero quiso meter el miedo en el cuerpo al rival con la esperanza de tener un partido tranquilo en la zaga. Sin embargo, esta situación duró lo que tardó Neymar en poner de manifiesto que el equipo iba a tener un problema en la banda izquierda durante todo el partido.
Es sorprendente cómo los equipos se arrugan colectivamente ante una jugada de peligro evidente llevada a cabo por el contrario. Y esta es una regla que se cumple inexorablemente con independencia de los contendientes, se volvió a repetir en varias ocasiones a lo largo del encuentro en uno y otro bando.
Así, una vez hecha la demostración de fuerza de ambas escuadras, el partido se calmó en la agitación colectiva, y se permitió que cada uno llevara a cabo su sistema de juego previsto. El PSG con una defensa muy adelantada en ocasiones, conseguía asfixiar la salida del balón de los blancos, pero a la vez la presión de estos y los errores en la entrega de los parisinos ocasionaron problemas graves en la portería gala.
El Madrid siguió con sus terribles problemas defensivos que viene arrastrando toda la temporada, y las subidas de Marcelo eran cubiertas por los centrales con cierta solvencia. No así las cabalgadas de Neymar por la banda izquierda, donde se acumulaba el trabajo por las frecuentas subidas del lateral izquierdo del PSG. La ayuda de Modric o de Isco no eran suficientes para tapar esta vía de agua, que sin embargo no cuajó en ningún gol. Este vino por la banda derecha, en un centro de Mbapé que fue a tapar Ramos, y que dejó la defensa en manos de Modric e Isco. Ambos en actitud contemplativa ante la llegada de Rabiot.
Con un gol en contra todo apuntaba a una catástrofe, sobre todo porque el mando del partido pareció en manos del PSG durante varias fases del partido. Pero en los minutos finales de la primera parte el Madrid logró empatar y todo tomó otro cariz.
La segunda parte puso el cansancio sobre el tapete; en primer lugar del R. Madrid que se vio desbordado en no pocas ocasiones, y posteriormente, con la entrada de Bale, Asensio y Lucas, hizo mella en el PSG. La fortuna acompañó esta vez al equipo blanco que anotó otros dos goles.
Hemos de poner de manifiesto que ayer Zidane estuvo acertadísimo en lo que planteó y en los cambios que introdujo, aunque quizá un poco tardíos los de Asensio y Lucas. Acertó al alinear a Isco, ya que ayer se precisó de mucho control del balón en numerosas ocasiones. Acertó al cambiar a Bale por Benzema (no está), acertó al cambiar a Casemiro porque está superlento.
Ayer, Zidane estuvo bien, pero la clave del partido no estuvo solo en sus decisiones, sino en la transformación que experimentaron todos los jugadores subiendo un punto su motivación y modificando su actitud. El paradigma de todo esto lo representó perfectamente Marcelo, el jugador más vilipendiado hace solo un par de semanas, que ayer se convirtió como en tantas ocasiones en el mejor delantero del equipo.
Los jugadores tiraron la Liga, el entrenador la Copa; uno y otros parecen haberse confabulado para sacar la Liga de Campeones adelante. No obstante es necesario tener los pies en el suelo. El resultado es algo engañoso, dadas las numerosas fases del partido en que los franceses dominaron y crearon ocasiones. París será un infierno que habrá que calmar a base de algo más que una confabulación: hay que solucionar los problemas defensivos.
Hay tiempo, faltan veinte días para el choque que pueden venir muy bien para poner en forma a más de uno que ahora no está: Benzema, Bale, Casemiro... En cualquier caso, la transformación experimentada por el equipo en esta competición será motivo de análisis en una próxima entrega. Veremos.
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