Un partido soso y aburrido, pero con muchas conclusiones que extraer.
Con un Madrid dominador durante casi todo el tiempo hasta la consecución del gol, transcurrió un encuentro en el que los de Simeone nos dieron la peor versión en mucho tiempo que le hayamos visto. El repliegue de los colchoneros permitió mantener alejado el juego del área de los blancos, cuestión crucial a nuestro entender; ya que sabido es las dificultades que atraviesa la zaga merengue.
Aunque hubo alguna oportunidad clara por ambas partes, el equilibrio en el marcador invalida cualquier análisis que pretenda hacer vaticinios sobre lo que hubiera pasado, puesto que nunca sabes qué habría hecho el equipo rival y el propio de haberse materializado alguna de esas oportunidades.
Sí sabemos que los cambios esta vez no le funcionaron a Zidane, que a punto estuvo de conducirnos a la derrota final en un partido que se había puesto de cara por méritos propios; pero como en varias ocasiones esta temporada, no se supo sostener.
Desde nuestro punto de vista, dos claves estuvieron en el origen de este partido soso y de la pérdida de dos puntos. Por un lado, la apuesta de Simeone por el empate; por otro, la alineación de la BBC y la falta de reacción de Zidane.
Sobre el primer punto basta ver cómo celebraba el empate el entrenador argentino (cada vez más esperpéntico) al final del encuentro; por más que luego justificara en rueda de prensa sus cambios defensivos como una apuesta por llevarse el partido. Todo el mundo sabe cómo sufre el Madrid cuando le presionan arriba y la falta de seguridad de la zaga blanca; sin embargo, los rojiblancos se limitaron a esperar y salir al contragolpe.
Sobre el segundo ya dijimos en la entrada anterior que la confianza depositada por el entrenador precisa de una respuesta urgente de los jugadores que no están a la altura, pero esta no llegó. Y Zidane, tan acertado otras veces con los cambios, ayer no lo estuvo. Quizá fuera la cuestión diplomática la que le tiene atrapado, quizá la falta de ajustes en los cambios. Lo cierto es que la entrada de Isco y la salida de Kroos (coincido en que el alemán no estuvo bien) dejó un boquete en el centro del campo que se evidenció clamorosamente en el gol del empate.
Ayer creímos ver un par de detalles que ojalá solo sean fruto de nuestra torcida visión de las cosas. Pero en más de una ocasión las cesiones al portero no quisieron hacerse por parte de distintos jugadores; y la cobertura a la banda de Marcelo pareció una obsesión de Ramos y Casemiro. Estos dos elementos son signos de dos debilidades que pudieron ser cruciales. La primera, para el devenir del resto de la temporada, por la desconfianza en la portería de los defensas propios; la segunda, porque en el gol de Griezman tanto Ramos como Casemiro han acudido a intentar minimizar riesgos en esa banda, dejando desatendido el centro del campo. Con Kroos en el campo, él ocupaba esa posición, sin demasiado acierto, esa es la verdad; pero la incognita es saber qué instrucciones tenía Isco cuando salió al terreno de juego: ¿quedarse con el espacio del alemán o con el de Modric?, ¿atacar o defender? El sustituido debió haber sido Bale.
El partido deja dos malísimas noticias. Una, la lesión de Pepe; porque nos deja casi sin centrales para lo que resta de temporada. Dos, porque el jugador que se salió hace tres días vio el partido en la grada y mientras tanto Bale sigue sumido en la intrascendencia más absoluta pero titularísimo.
Solo podemos anotar un dato positivo, la recuperación definitiva de la letra C. Ayer se le vio muy activo y en una buena forma física; solo la mala fortuna le privó de conseguir algún gol.
En cualquier caso, mal partido. Ayer la catástrofe pudo consumarse de no haber mediado el Barça. Los que tantos se quejaban de la flor de Zidane han venido a ser su mejor proveedor.
Ahora espera el Bayern que ayer goleó a su mayor rival. A ver qué nos depara este duelo de diplomáticos en los respectivos banquillos. Veremos.
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