jueves, 19 de marzo de 2015

De pitos, egos, gestos y soberanías.

   Admitir críticas en nuestro trabajo no suele sentar nada bien a nadie. Sobre todo cuando te desvelas por él y lo preparas concienzudamente.
    En los espectáculos la forma en que se manifiestan los agrados o desagrados suelen ser los aplausos o los pitos. Hasta aquí todo es normal en el hecho de pitar una mala actuación de los jugadores de un equipo. 
  Pero hay una particularidad en el caso del deporte: los clubes y sus aficionados se supone que quieren el bien de su equipo. Lo que no está nada claro es que mediante la pitada se haya conseguido alguna reacción positiva en los jugadores, equipo, o cuerpo técnico objeto de la misma.
  Se repite hasta la saciedad aquello de que el público es soberano porque paga por ver un espectáculo. Al margen de la discusión filosófica sobre en quién reside la soberanía, lo que es evidente es que muchos de los pitos que con frecuencia vienen repitiéndose en el Bernabéu no se derivan de la actuación de los jugadores en el partido concreto. Muchos de esos pitos son lanzados antes del comienzo del partido, o cada vez que el jugador interviene, aunque sea para bien o no tenga trascendencia alguna su actuación. Puede que este ejercicio soberano tenga un origen poco claro.
   Así pues, se dan dos condiciones que no obran en favor del supuesto público soberano: una, no se producen tras una mala actuación de los jugadores; dos, no tienen como objetivo mejorar el juego del equipo sino entorpecerlo, pues es evidente que descentra y pone nervioso al más pintado.
   Que los aficionados que pitan no sean una mayoría también es un aspecto a tener en cuenta. Pues he sido testigo de cómo aún siendo mucho más numerosos los aplausos que los pitos, lo que se resalta en los medios son los segundos, quiero creer que sea porque son más ruidosos. 
   Llegados aquí, analicemos el caso de los pitos a Cristiano que es el que ha desatado la mayor polémica, pues contrariamente a la actitud estoica de Casillas, el portugués ha optado por encararse a "todo" un Bernabéu, poner caras y hacer gestos que han sentado muy mal en algunos aficionados, medios y tertulianos. Según estos, niegan al jugador el derecho a hacer lo que ellos mismos hacen contra él. Quizá hayamos entrado en una batalla de egos: el de Cristiano y el de los "pitadores".
  Hay que ponerse en la piel de un jugador como Cristiano, que es verdad que no atraviesa un momento muy afortunado, pero al que resulta bastante mezquino reprocharle su entrega y trabajo diario para estar durante toda una temporada en la cresta de la ola, soportar cómo le insultan y le pitan en campos ajenos impunemente, y concentrarse en esas condiciones, para venir al propio a recibir...
    Por cierto, de la prensa y medios culés no vamos a admitir una sola lección en este sentido. Su máxima estrella se paseó más de media temporada por el terreno de juego, sin recibir el más mínimo reproche por parte de ninguno de ellos.
   Quizá esta diferencia de tratamiento y de vara de medir esté perturbando a Cristiano. Y, a menos que se pretenda la marcha del equipo de su jugador más laureado, el público aficionado a los pitidos debiera pensar que le está llevando a un callejón, ¿de salida? 
    Así pues sigamos ejerciendo la soberanía, incluso tirando piedras contra nuestro propio tejado; al fin y al cabo el tejado es nuestro. Pero recordemos el dicho popular "solo los necios y los tontos tiran piedras a  su..."  
     Porque no quiero pensar que tenemos una "orquesta".

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