En este tipo de entradas suelo hacer un análisis de características deportivas que el jugador posee o las carencias que tiene, pero en esta ocasión este aspecto pasa a un segundo plano, aunque pueda estar en el origen del mismo. Haremos una breve introducción de las mismas.
Casillas es un portero con un historial envidiable en todos los sentidos. Pero como analizaremos más adelante esto no sirve en el presente. Tiene unas cualidades extraordinarias para afrontar situaciones de uno contra uno, así como unos reflejos fuera de lo común, que unido a su agilidad e intuición en situaciones extremas le hacen salvar goles imposibles. Pero también tiene unas deficiencias importantes en un portero, su escasa estatura para hacerse respetar en su espacio, la falta de acierto en los balones aéreos, y la poca soltura en el juego con los pies. Como en todos los jugadores, cuando el estado de forma no es adecuado aparecen más visibles los defectos que las virtudes, y eso es lo que le ocurrió hace dos temporadas y al comienzo de la temporada pasada.
¿Por qué un jugador que llevaba años sin apenas altibajos en su juego, de repente se deja ir en este aspecto esencial de un deportista? Las claves de este embrollo son muy complejas. Trataremos de analizar algunas de ellas.
Ya manifesté mi opinión al inicio de la temporada pasada de que la mejor opción para Casillas era la salida del equipo. Ancelotti consiguió a lo largo de la temporada un equilibrio que me sorprendió no sólo por lo inédito de la fórmula (el titular juega la Liga y el suplente la Copa y la Liga de Campeones), sino por los resultados obtenidos.
Pero la nueva temporada ha deparado unos movimientos que no han dejado satisfechos a nadie al parecer. Especialmente a algún sector del Bernabéu que parece más instalado en una trinchera. Los últimos pitos durante un partido completo no hacen sino ahondar en una herida que no se va a cerrar hasta que el entrenador lo mande al banquillo. Los pitos aumentan, no obedecen a la actuación del guardameta, ya que ayer no estuvo mal, por lo que está claro que solo persiguen ese objetivo; defenestrar a Casillas.
El Club apostó este verano por quedarse con él en lugar de Diego López, pero lejos de calmar a los contrarios de aquél han enervado aún más los ánimos de los partidarios de éste que son coincidentes en parte con los anteriores. Así que la situación ahora ha empeorado claramente.
Pero cabe decir que es verdad que todo esto es posible en parte porque Casillas no está en su mejor versión desde hace un año y medio. Tuvo una lesión grave para un portero, y a su vuelta se encontró con que todo lo hecho durante años en su equipo no valía para nada. Que aún habiendo sido el gran salvador (le pusieron el apelativo de "El Santo") en no pocos de los partidos y títulos obtenidos, resulta que pasa a ser suplente indefinidamente. Es decir, que dos entrenadores sucesivos le retiran la confianza en lugar de dársela como se hace con cualquier jugador más o menos de su nivel.
De todos es sabido la importancia que tiene la confianza del entrenador en los jugadores, especialmente en un puesto tan singular como es el de la portería. A esto se suma la coincidencia de las buenas y reiteradas actuaciones de Diego López desde la sustitución con Mourinho y posterior titularidad con Ancelotti. Así como el enfrentamiento personal con Mourinho y otros compañeros de vestuario (véase Arbeloa). Y las acusaciones de ser el culpable de filtraciones del vestuario blanco que le puso a los pies de los caballos tertulianos. Con todo obtenemos un cóctel difícil de digerir para cualquier estómago, por más fortaleza que se tenga.
Así que continuando con el símil, Casillas tiene una dispepsia aguda que corre el riesgo de convertirse en crónica, porque se ha empeñado en seguir tomando los mismos alimentos que sabe que le sientan mal. Es decir, ha optado por seguir en el Real Madrid.
Su reacción a las adversidades y sus caras manifiestan la tristeza que le envuelve. Y un jugador con ese estado no puede estar a pleno rendimiento. Estando en cada partido sometido a un análisis exhaustivo de sus acciones, que provocan respuestas en el público asistente al estadio y debates artificiales en los medios, resulta muy difícil salir airoso.
Sólo le quedan tres posibilidades; esperar el encadenamiento de una serie de victorias del equipo (cosa que no parece fácil con las dudas que ofrece el propio equipo), acceder a una sustitución en el banquillo admitiendo su suplencia, y por supuesto, la búsqueda de una salida del club. Sólo así se aflojará la presión insoportable que hoy vive el jugador.
Ya veremos, porque este parece el cuento de nunca acabar. Alguno (véase Xabi Alonso) se va sin previo aviso, dejando al equipo tirado a falta de tres días para el cierre de los fichajes, y otros no se van ni aunque le aspen (acepción nº 3 del DRAE).
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