Que en los tres anteriores partidos el entrenador parecía haber encontrado la fórmula para motivar a una plantilla desorientada y necesitada de seguridad defensiva, es totalmente cierto. Y ello ante equipos de la parte de arriba de la tabla.
Aunque se había sacrificado la posibilidad de desplegarse ofensivamente con empuje y frescura, la solidez defensiva bien merecía la pena; puesto que dotaba de mayor confianza en sí mismo del equipo. Pocos aspectos de este juego desaniman y destrozan más a un equipo que el hecho de encajar goles con facilidad.
Sin embargo, justo el día que más necesidad tenían de mantener y confirmar la mejoría mostrada en dichos encuentros, aparecen de nuevo los fantasmas en forma de desajustes, despistes y caos organizativo en que se convirtió de nuevo el juego del Madrid.
No podremos extraer conclusiones claras de a qué se debe esta nueva sorpresa, pues , al margen del funcionamiento colectivo, solo hace falta analizar uno por uno la actuación de cada jugador. Salvo Casemiro y quizá Benzema, todos ellos estuvieron muy por debajo del nivel exigible, máxime si hablamos de la Champions. De esta manera, se puede explicar este nefasto partido que deja al equipo tocado.
No sabemos si es que tres partidos consecutivos (aunque varios de ellos solo habían jugado dos) es mucho tiempo para sostener la concentración y la tensión necesarias para caminar por el fútbol actual, o es que este equipo ha llegado al límite en el elemento fundamental de la motivación. El caso es que hemos vuelto al punto de partida. Escuchando a Zidane no parece que se pueda extraer una respuesta a la pregunta de por qué esto no acaba de funcionar: vuelve al tan manido tema de la falta de intensidad. Aunque fuera cierto lo de la intensidad, que no lo es a nuestro juicio, habría que exigir una explicación del porqué se produce.
Dicho esto, hay dos aspectos en los que no nos gusta entrar; pero no creemos que aporte absolutamente nada a la causa esos pitidos a algunos jugadores. Entre otras cosas porque no se lo merecen. Y es que el Bernabéu parece haber decidido descargar su frustración sobre determinados jugadores. Especialmente dañina resulta cuando se trata de jugadores cuya actitud es siempre extraordinaria. El hecho de que en un momento puntual no salga un regate, un remate, una jugada... no es motivo para emprenderla a pitidos con ellos. Este hecho solo genera dudas, frustración, desconcentración y enfado en el jugador. Intolerable resulta en los casos de Vinicius o Courtois. Uno por ser demasiado joven; el otro, por tener un puesto tan singular como es la portería, sensible a los nervios. Por cierto, Vinicius apenas juega veinte minutos por partido. Con diecinueve años suele salir para intentar solucionar lo que otros once no han sabido o podido hacer en setenta minutos, y ¿a la segunda pelota que le llega se puede empezar a pitar porque su elección no ha sido del agrado del "respetable"?
Esperemos que al menos en la Liga estén más entonados y se despejen las muchas dudas que han vuelto a planear sobre el Bernabéu, si es que en algún momento se disiparon. El sábado veremos.
No sabemos si es que tres partidos consecutivos (aunque varios de ellos solo habían jugado dos) es mucho tiempo para sostener la concentración y la tensión necesarias para caminar por el fútbol actual, o es que este equipo ha llegado al límite en el elemento fundamental de la motivación. El caso es que hemos vuelto al punto de partida. Escuchando a Zidane no parece que se pueda extraer una respuesta a la pregunta de por qué esto no acaba de funcionar: vuelve al tan manido tema de la falta de intensidad. Aunque fuera cierto lo de la intensidad, que no lo es a nuestro juicio, habría que exigir una explicación del porqué se produce.
Dicho esto, hay dos aspectos en los que no nos gusta entrar; pero no creemos que aporte absolutamente nada a la causa esos pitidos a algunos jugadores. Entre otras cosas porque no se lo merecen. Y es que el Bernabéu parece haber decidido descargar su frustración sobre determinados jugadores. Especialmente dañina resulta cuando se trata de jugadores cuya actitud es siempre extraordinaria. El hecho de que en un momento puntual no salga un regate, un remate, una jugada... no es motivo para emprenderla a pitidos con ellos. Este hecho solo genera dudas, frustración, desconcentración y enfado en el jugador. Intolerable resulta en los casos de Vinicius o Courtois. Uno por ser demasiado joven; el otro, por tener un puesto tan singular como es la portería, sensible a los nervios. Por cierto, Vinicius apenas juega veinte minutos por partido. Con diecinueve años suele salir para intentar solucionar lo que otros once no han sabido o podido hacer en setenta minutos, y ¿a la segunda pelota que le llega se puede empezar a pitar porque su elección no ha sido del agrado del "respetable"?
Esperemos que al menos en la Liga estén más entonados y se despejen las muchas dudas que han vuelto a planear sobre el Bernabéu, si es que en algún momento se disiparon. El sábado veremos.
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