Muchas
veces me he preguntado cómo debe ser jugar una Final de Liga de Campeones para cualquier
jugador. Uno debe llegar al día clave, y animado por las arengas propias de los
grupos humanos y de las dinámicas internas de los equipos, con sus líderes y
jerarquías, puede que te presentes en el partido envuelto en una nube. Pero
también puede que una vez en tu cama, te quedes esperando conciliar ese sueño que no
llega porque tu cabeza comienza a darle vueltas a los aspectos personales e individuales
de la actuación que vivirás al día siguiente.
Y
quizás te presentes en el encuentro, después de una noche poco reparadora, con
unos nervios que te dominan desde el inicio. En este caso imagino que será el
juego y el contacto con la pelota el que
consigue el milagro de que todo vuelva a su sitio, o aquello se convierta en una pesadilla en función del
acierto en los primeros lances del juego.
Todo
esto viene a cuento de que el partido de ayer bien podía haberse recordado como
el partido de los nervios. Todo el mundo estaba especialmente nervioso desde el
principio. A los jugadores del Madrid, les dio por jugar la pelota a cámara
lenta, con la consiguiente inoperancia ofensiva y las facilidades defensivas
del contrario. A los jugadores del Liverpool, les dio por tomárselo con calma,
transformando su estilo eléctrico de juego; si bien estos probablemente
obedecían a las instrucciones de su entrenador.
Muchos
jugadores del Madrid no encontraron su sitio en el partido. Especialmente
significativo fue el caso de Carvajal. No sabía si atacar o defender; pero no
hacía ninguna de las dos cosas bien como él acostumbra a hacer.
Casemiro, además de ralentizar y telegrafiar los pases, tampoco sabía si
quedarse cerca de sus defensas o dar un paso más adelante para poder
desmarcarse y recibir. Isco, le dio por gambetear, pero tan lento y previsible
que el contrario solo tenía que rodearle para asfixiarlo. Y el rey de los
nervios, Kroos, que no se sacudió los
nervios en todo el partido; pero fue un alma en pena, sin chispa en ataque, y sin ánimo
en defensa.
El
Liverpool pareció un equipo incisivo mientras Salah estuvo en el terreno de
juego. A partir de su salida, reculó, se reagrupó atrás y permitió un
dominio mayor del Real Madrid. Pero además no fue capaz de montar ese
contragolpe mortal que le llevó a la Final.
El
partido fue soso en toda la primera parte. Sin apenas llegadas por parte del
Madrid, y algunas peligrosas del Liverpool que Keylor se encargó de atajar. Sin
embargo, en la segunda parte los blancos se decidieron a poner un poco más de
chispa. Comenzó Modric a hacer su juego.
Nacho revitalizó su banda (algún día habrá que hacer justicia a este jugador)
en ataque y terminó con las acometidas del contrario. Marcelo destapó el tarro de las esencias y vivió en ataque, gracias a la generosidad y buen hacer de Ramos que le cubrió las espaldas. Benzema, que fue el mejor
jugador durante la primera mitad, nos mostró una cara desconocida en él,
propiciando el primer gol en una jugada de concentración y astucia; se mostró
por todo el frente de ataque como nunca, cuajando un gran partido. Y Bale salió, trabajó y marcó; dejando un gol para la historia.
Ganar
una final de Champions es algo extraordinario, pero coleccionarlas como está
haciendo este Club desde tiempos remotos, y este Equipo en particular con
cuatro Copas en cinco años, es algo legendario.
Hemos
criticado duramente a lo largo de la temporada tanto al entrenador como a los jugadores,
por eso hoy toca reconocer que uno y otros han estado a la altura de lo que con
el tiempo será considerado un equipo de leyenda.
Para
más abundancia, habíamos dudado del crédito de Zidane para con este equipo, de
la necesidad de la salida de un Bale indolente y pasota, de la falta de
compromiso de un Benzema que además no veía portería. Pues bien, los tres han
venido a mostrar su mejor versión en el momento clave. El primero, a partir de
la eliminación de las otras dos competiciones, preparando a estos jugadores
para llegar a la Final de la Champions y ganarla; el segundo, haciendo un
último mes que culmina con el gol soñado; y el tercero, destapando a un
incisivo, trabajador, despierto y desconocido que parece que lleva dentro.
Solo
cabe preguntarse por qué estos dos jugadores no se esfuerzan por ganarse su
puesto en el equipo, en lugar de esperar que se lo regalen rompiendo las normas
de cualquier equipo que quiera funcionar como tal.
No
podemos dejar de comentar la inoportunidad de las declaraciones de Cristiano y
Bale. Carnaza para los medios que desviaron el punto de interés hasta tal punto
que eclipsó la consecución de La Decimotercera. Lamentable, muy lamentable.
Con
todo, y para la historia, ahí está volando esa Copa ya hacia Cibeles, camino de las
vitrinas para disfrute de todos los que amamos a este club que
este año reina en Europa en fútbol y baloncesto.
Felicidades
a todos los madridistas en general y a los que seguís este blog en particular. Ahora toca disfrutarla.
¡Hala
Madrid!
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