De haber puesto tanto corazón en el partido contra el City, quizá ahora no estaríamos con la soga al cuello. Pero esto nunca se puede saber, sobre todo porque el corazón tiene unos límites que conviene tener en cuenta si no queremos hacerlo explotar. Para eso está la cabeza... pensante.
Y decimos pensante porque el verdadero gestor de un uso racional de los esfuerzos es el entrenador. Y el encargado de la formación de los jugadores, especialmente de los niños es el entrenador y el cuerpo técnico. Algo tendrá que hacer con las palizas que se dieron Vinicius y Valverde, porque a ese ritmo acabarán fundidos en no poco tiempo.
Aunque la alineación de inicio presentaba un par de componentes que no hubiéramos pensado que merecieran estar (Kroos y Marcelo). Tanto uno como el otro se ganaron la confianza de su entrenador. Especialmente el denostado Marcelo que se empleó a fondo en no pocas ocasiones. Pese a que su fondo es más bajo de la cuenta, y sus carencias defensivas son enormes, su calidad sigue estando ahí. Es verdad que ambos, como todo el Madrid, se vieron favorecidos por la parsimonia con que se desenvolvió el Barça a lo largo y ancho del encuentro.
Creemos que el equipo hizo un gran partido, pero hay que anotar un par de aspectos que conviene corregir con urgencia.
Por un lado, los boquetes que los contrarios suelen encontrar en numerosas ocasiones por el centro de la defensa. Estos fueron tan enormes en la primera mitad, que un gran número de comentaristas y aficionados sacaron la conclusión de que el Barça había jugado mejor la primera parte. No es verdad, a nuestro juicio fueron esos errores en defensa los que transmitieron esa impresión. Salvo algún tramo de encogimiento del equipo, el resto del encuentro fue de un claro dominio y a ratos un exquisito trato del balón con combinaciones rápidas y precisas. Eso sí, sin acierto en los metros finales.
Por otro lado, la necesaria dosificación de los esfuerzos de Vinicius. Alguien debe ser el encargado de guiar la formación de un chico de diecinueve años, cuya generosidad en numerosas ocasiones de modo casi infructuoso, por ser el único en la presión, le lleva a perder energía y claridad en las ocasiones en que ha de encarar y resolver. Es verdad que el domingo tuvo gasolina para todo y todo el tiempo. Pero, ¿sabemos lo que podría hacer si gozara del privilegio de Cristiano Ronaldo? Poder deambular por todo el frente de ataque, acudir al auxilio de la presión arriba y no en toda la banda que le obligan a carreras de velocidad demás de cien metros, encarar a los defensas no sólo en banda sino por el centro.
Poco más que añadir, salvo que las mejorías de Casemiro y Carvajal y la mayor generosidad en el esfuerzo bastó para derrotar a un Barça lento y sin patrón de juego definido. Parafraseando a Piqué (ya le vale, dando siempre la nota desagradable); el peor Barça en mucho tiempo. Es difícil de comprender esta mejoría del Madrid en tan solo tres días, pero el fútbol es así. Son muchos los factores que influyen y el control de todos ellos resulta a veces imposible. Por cierto el domingo no retiró del campo a Vinicius, tal como había hecho en encuentros anteriores; y ahí apareció la oportunidad que se trabajó una y mil veces a lo largo del partido.
Bien haría el equipo en centrarse en esta Liga, que, aunque con una ventaja exigua, se ha puesto de cara. Es cuestión de mentalización, porque el estado de forma física no parece que sea el problema después de lo visto el domingo. Espera el Betis. Veremos.
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