jueves, 29 de mayo de 2014

Memorable Final. R. Madrid 4 - Atlético 1

    La verdad es que a falta de cinco o diez minutos para finalizar, pensaba titular esta entrada como: "demasiado tarde". Porque hasta los últimos veinte minutos del segundo tiempo el equipo no empezó a empujar con fuerza y como equipo. Todo parecía indicar que no se iba a llegar a tiempo. Pero esto es el fútbol, y hasta el rabo todo es toro. La experiencia demuestra que son muchas las ocasiones en que los minutos finales resultan decisivos. Algo sabe el sevillismo de esto, sin ir más lejos.
     Mucho se ha escrito y hablado respecto de la justicia o injusticia de que ese gol llegara cuando ya se saboreaba la victoria atlética. Pero si de justicia hablamos, hay que decir que el mérito atlético se redujo a un gol producto de un error de bulto de Casillas; poco más que llevarse a la boca en noventa minutos.
      Partido insulso y aburrido donde los haya en toda su primera parte y en la segunda hasta que Ancelotti decidió rectificar su alineación. Las entradas de Marcelo e Isco dieron otro aire al partido, pues mandó un mensaje a los veintidós jugadores que estaban en el terreno de juego: merengues y colchoneros. Los primeros, encontraron soluciones atacantes que hasta entonces estaban perfectamente taponadas (entre otras cosas por la inoperancia de los delanteros blancos); y los atléticos sintieron la necesidad de protegerse aún más de las acometidas de los nuevos actores, especialmente de Marcelo. La posterior incorporación de Morata mandó un nuevo mensaje a todos de que el Madrid iba a por el partido. El canterano dio otro aire, cimentado en la movilidad y presión que Benzema no ejercía.
       Ambos entrenadores se equivocaron de inicio. La diferencia estuvo en que Ancelotti pudo rectificar sus errores, mientras Simeone, no. El argentino cometió un error que a la postre pudo ser decisivo, pues afrontar un partido tan tenso y tan exigente con un cambio menos que el rival, viniendo de otra final apenas unos días antes, no era lo más adecuado. La retirada de Raúl tampoco pareció servirle de mucho, pues quitó un jugador aguerrido que va bien por arriba. Quizá no pensó que el peligro madridista habría de llegar por arriba. El italiano tampoco estuvo acertado con la alineación de Khedira y Benzema. El primero no es santo de mi devoción, pero alinearlo para una final habiendo disputado apenas unos minutos después de una temporada en blanco no parece lo más lógico. El segundo no estaba en condiciones, al igual que Ronaldo, pero el francés cuando no está al cien por cien es un jugador apagado, inoperante.
      Lo de la prórroga fue una crónica de una muerte anunciada. La anunciada caída de rendimiento del Atlético por todos los aficionados al mundo del fútbol vino a producirse en esos treinta minutos finales. Pagaron el derroche físico al que Simeone somete a sus jugadores, pero también las exigencias del final de temporada. Ahora podríamos discutir en qué medida el triunfo en la Final tiene que ver con la abdicación ligera del equipo merengue, pero el fútbol son resultados y todos los madridistas damos por olvidadado  el asunto.
        Ganar una Liga de Campeones siempre es un hito importante para cualquier equipo y para su afición, pero hacerlo por décima vez y de la forma en que se produjo; con ese gol de Sergio Ramos, cuando la fe flaqueaba; y esa prórroga tan decantada, como para dar tranquilidad a los nervios pasados unos minutos antes, quedará en la memoria de todos.
         Por cierto, como a lo largo de la temporada hemos cuestionado el juego y actitudes de Sergio Ramos, justo es reconocer que su trabajo en el último mes ha resultado decisivo para el equipo. Surgió un Sergio Ramos de sus propias cenizas y voló una y otra vez a modo de ensayo, hasta conseguir un gol memorable que lo hace acreedor a que la Décima se recuerde como la Final de Sergio Ramos; al igual que la de Mijatovic, Zidane... 
       

viernes, 9 de mayo de 2014

Agotados. Valladolid 1 - R. Madrid 1

    Resulta difícil ganar un partido hoy por hoy cuando juegas andando. Y eso es lo que hicieron una gran parte de los jugadores del Madrid durante todo el partido de ayer. Con esta intensidad sesteante se llegó al término de la primera parte con el resultado a favor, fruto de una jugada a balón parado protagonizada por uno de los pocos jugadores realmente en forma en esta recta final.
    Con una renta tan exigua el equipo comenzó la segunda parte aún peor de lo que finalizó la primera. Sin pulso y sin ideas para poder matar el partido. Conforme avanzaban los minutos parecía mas claro que los jugadores merengues se encontraban acomodados para defender el resultado, olvidándose de buscar otra estrategia más sacrificada.
    ¿Cuáles fueron las claves de este despropósito?  Pues la verdad es que no esperaba tener que decirlo de nuevo, pero lo hemos escrito en otras ocasiones y lo veníamos anunciando (véase la entrada del 8 de abril), en el Equipo se vislumbraba un cansancio ya hace un mes. La eliminatoria contra el Bayern y la final de la Copa del Rey han podido dar otra imagen; el equipo se concentró y llegó al límite de sus fuerzas físicas y mentales en estos encuentros.
     Ahora tenemos un equipo diezmado por las lesiones, donde el fondo de armario tenía que haber hecho su trabajo, y como habíamos vaticinado en la entrada mencionada, el poco uso de los jugadores de segunda fila no iban  a aportar gran cosa. 
    Ayer, paradógicamente, fueron los jugadores más veteranos los que tiraron del carro (Ramos, Pepe, Xabi) y estuvieron más comprometidos. Ellos parecían ser los únicos conscientes de lo que se jugaba el equipo. Era la hora de los Isco, Di María, Benzema, Illarramendi; pero esa hora llegó para constatar la abdicación de todos ellos a coger las riendas del equipo. Tampoco estuvo acertado Modric, que parece necesitar motivación extra para desarrollar el fútbol que atesora. Resultaba desesperante ver las evoluciones en el juego de Isco o Benzema, cual dos "pasotas" sin sangre en las venas. 
    Ancelotti, de nuevo tardó en darse cuenta de quiénes no estaban para jugar un encuentro como el de ayer. Hizo los cambios tarde y con poca fortuna; ni Marcelo, ni Illarra aportaron frescura, y aunque reconozco que no era mala idea situar a Marcelo arriba, el entrenador debe saber en qué está ahora este chico, desde luego no para levantar un partido muerto.
    Así las cosas, era cuestión de tiempo que el Valladolid alcanzase su objetivo. Y llegó en el peor momento, cuando ya no había tiempo para reaccionar, si es que el equipo estuviera para ello.
    El equipo da muestras de agotamiento no solo por la falta de intensidad, ideas y juego, sino por las numerosas lesiones musculares que se están acumulando "casualmente" en este sprint de final de temporada. 
  Perdida la Liga, esperamos que la motivación extra que supone una final de la Liga de Campeones, junto a la recuperación que puede suponer no disputar los encuentros que restan de la Liga, pueda ofrecernos la de cal.
    Por lo visto ayer, el nivel de esfuerzo exhibido contra el Valencia volvió a repetirse aún con más nitidez. La confianza en la victoria europea se resquebraja; pero tenemos que confiar en las recuparaciones físicas y anímicas del maltrecho vestuario. Veremos.