La verdad es que a falta de cinco o diez minutos para finalizar, pensaba titular esta entrada como: "demasiado tarde". Porque hasta los últimos veinte minutos del segundo tiempo el equipo no empezó a empujar con fuerza y como equipo. Todo parecía indicar que no se iba a llegar a tiempo. Pero esto es el fútbol, y hasta el rabo todo es toro. La experiencia demuestra que son muchas las ocasiones en que los minutos finales resultan decisivos. Algo sabe el sevillismo de esto, sin ir más lejos.
Mucho se ha escrito y hablado respecto de la justicia o injusticia de que ese gol llegara cuando ya se saboreaba la victoria atlética. Pero si de justicia hablamos, hay que decir que el mérito atlético se redujo a un gol producto de un error de bulto de Casillas; poco más que llevarse a la boca en noventa minutos.
Partido insulso y aburrido donde los haya en toda su primera parte y en la segunda hasta que Ancelotti decidió rectificar su alineación. Las entradas de Marcelo e Isco dieron otro aire al partido, pues mandó un mensaje a los veintidós jugadores que estaban en el terreno de juego: merengues y colchoneros. Los primeros, encontraron soluciones atacantes que hasta entonces estaban perfectamente taponadas (entre otras cosas por la inoperancia de los delanteros blancos); y los atléticos sintieron la necesidad de protegerse aún más de las acometidas de los nuevos actores, especialmente de Marcelo. La posterior incorporación de Morata mandó un nuevo mensaje a todos de que el Madrid iba a por el partido. El canterano dio otro aire, cimentado en la movilidad y presión que Benzema no ejercía.
Ambos entrenadores se equivocaron de inicio. La diferencia estuvo en que Ancelotti pudo rectificar sus errores, mientras Simeone, no. El argentino cometió un error que a la postre pudo ser decisivo, pues afrontar un partido tan tenso y tan exigente con un cambio menos que el rival, viniendo de otra final apenas unos días antes, no era lo más adecuado. La retirada de Raúl tampoco pareció servirle de mucho, pues quitó un jugador aguerrido que va bien por arriba. Quizá no pensó que el peligro madridista habría de llegar por arriba. El italiano tampoco estuvo acertado con la alineación de Khedira y Benzema. El primero no es santo de mi devoción, pero alinearlo para una final habiendo disputado apenas unos minutos después de una temporada en blanco no parece lo más lógico. El segundo no estaba en condiciones, al igual que Ronaldo, pero el francés cuando no está al cien por cien es un jugador apagado, inoperante.
Lo de la prórroga fue una crónica de una muerte anunciada. La anunciada caída de rendimiento del Atlético por todos los aficionados al mundo del fútbol vino a producirse en esos treinta minutos finales. Pagaron el derroche físico al que Simeone somete a sus jugadores, pero también las exigencias del final de temporada. Ahora podríamos discutir en qué medida el triunfo en la Final tiene que ver con la abdicación ligera del equipo merengue, pero el fútbol son resultados y todos los madridistas damos por olvidadado el asunto.
Ganar una Liga de Campeones siempre es un hito importante para cualquier equipo y para su afición, pero hacerlo por décima vez y de la forma en que se produjo; con ese gol de Sergio Ramos, cuando la fe flaqueaba; y esa prórroga tan decantada, como para dar tranquilidad a los nervios pasados unos minutos antes, quedará en la memoria de todos.
Por cierto, como a lo largo de la temporada hemos cuestionado el juego y actitudes de Sergio Ramos, justo es reconocer que su trabajo en el último mes ha resultado decisivo para el equipo. Surgió un Sergio Ramos de sus propias cenizas y voló una y otra vez a modo de ensayo, hasta conseguir un gol memorable que lo hace acreedor a que la Décima se recuerde como la Final de Sergio Ramos; al igual que la de Mijatovic, Zidane...